Mi amigo José Mari, en la joyería de su madre, fue el primero que trató de convencerme de que Pata Negra o Kiko Veneno eran tan o más importantes que esos grupos británicos que yo escuchaba, y que si al rock le sumas tus raíces flamencas estás sumando y no restando. José Mari tenía razón y Tomasito es listo.
En mi barrio había un pequeño cine, el Cine Sur, donde recuerdo haber visto La guerra de las galaxias, que ahora solo los viejos la recordamos con ese nombre. Cuando desapareció montaron en su lugar un centro comercial, el Cencosur, que lleva años sirviendo de frontera y nexo de unión entre La Oliva y Las 3000 Viviendas. Allí se encuentra la joyería de la madre de mi amigo José Mari, que fue el primero que trató de convencerme de que Pata Negra o Kiko Veneno eran tan o más importantes que esos grupos británicos que yo escuchaba por entonces, y que si al rock le sumas tus raíces flamencas estás sumando y no restando. También llegó un día emocionado porque había visto en televisión al Niño Robot, un cantante y bailaor que lo mismo se arrancaba por bulerías como se tiraba al suelo y se ponía a bailar breakdance. Hará como treinta años de aquellas tardes en la joyería discutiendo sobre música y casi los mismos desde que reconocí por primera vez que él era el que tenía razón y no yo.
Y en 2023 ahí sigue Tomasito, divirtiéndose haciendo música y divirtiéndonos con sus canciones y su puesta en escena.