No hay ninguna excusa que justifique pasar por alto media centuria de pensamiento feminista, sociológico, antropológico y, sobre todo, no hay ninguna excusa para reprochar a quien sí ha hecho las tareas una reflexión tan acertada.
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Si utilizar la expresión “cultura de la violación” tal como la emplea la ONU, aludiendo a un escenario de normalización y justificación de la violencia sexual, supone tal escándalo, solo queda conjeturar dos cosas: que el PP realmente persigue fomentarla, o que nunca han estado expuestos a tal tradición teórica y, en lugar de celebrar que una ministra de Igualdad acumule dichos conocimientos, pretenden tapar con sus descalificaciones la ignorancia propia, lo cual no deja de ser problemático.
Fue en 1975 cuando la periodista estadounidense Susan Brownmiller publicó Contra nuestra voluntad: hombres, mujeres y la violación, un libro que revolucionó la opinión pública con ese concepto entonces novedoso, recibió buenas críticas y, entre otros galardones, fue incluido en la lista de Libros del Siglo por la biblioteca pública de Nueva York. Muchos años más tarde, la autora contó que ella también tenía los mismos prejuicios sobre las mujeres violadas, y que precisamente emprendió una investigación de cuatro años –de la que surgió el volumen– para librarse de ellos.
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